Si he tenido descuidada la sección de literatura estos últimos días únicamente ha sido porque mis escritos y reseñas han ido a parar a otro lar, Such a Random Thought, aunque creo que no hay problema en compaginar ambos lugares. Después de esta breve nota, la reseña.
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Günter Grass desholla con la habilidad y el cuidado de un verdadero chef la cebolla madura que es su pasado, desde la adolescencia en Danzig, la llegada de las ideas nacionalsocialistas, sus traumáticas vivencias bélicas durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior formación como artista en alza. El mimo del trato familiar y de amoríos se entremezcla con la crudeza de ciertos pasajes, como la controvertida etapa en la que formó parte de las Waffen SS. Una valiente y sincera confesión que queda diluida por las abundantes dudas de un paciente anciano que procura, con mimo y sin prisas, llegar al corazón de la tierna verdura.
El Premio Nobel alemán se sitúa frente al espejo y, con cuidado y sin complejos, va desnudando sus recuerdos para ir dibujándolos (con un trazo limpio e hiperrealista) a través de una prosa ágil y depurada, para nuestro disfrute, aunque ciertas elipsis y referencias denotan también un ejercicio de amor propio.
Enorgullece a la par que llama la atención la total sinceridad y naturalidad de unas memorias narradas a capella, libres de todo filtro ético o propenso a polémica, hasta conseguir solventar un hecho tan puntiagudo como su pertenencia a las SS no gracias a cortinas de humo ni imprimiéndose el traje desgermanizador, sino mediante un contundente "en mi juventud, esa era la realidad" que exculpa y honra sin hipocresías.
El último tercio del libro queda dedicado a su época de artista embrionario, desde su formación escultórica hasta el descubrimiento de las letras, y ahí ya podemos entrever esa vanidad y orgullo tan característica en Grass, con innumerables citas a sus obras (otra característica de Pelando la Cebolla es que nos demuestra que la ficción tiene su antecedente en la realidad) y a sus triunfos.
Una lectura más que agradable y recomendable, de digestión rápida y despreocupada para todo aquel dispuesto a nadar entre las nebulosas memorias de un maestro escritor.
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Günter Grass desholla con la habilidad y el cuidado de un verdadero chef la cebolla madura que es su pasado, desde la adolescencia en Danzig, la llegada de las ideas nacionalsocialistas, sus traumáticas vivencias bélicas durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior formación como artista en alza. El mimo del trato familiar y de amoríos se entremezcla con la crudeza de ciertos pasajes, como la controvertida etapa en la que formó parte de las Waffen SS. Una valiente y sincera confesión que queda diluida por las abundantes dudas de un paciente anciano que procura, con mimo y sin prisas, llegar al corazón de la tierna verdura.
El Premio Nobel alemán se sitúa frente al espejo y, con cuidado y sin complejos, va desnudando sus recuerdos para ir dibujándolos (con un trazo limpio e hiperrealista) a través de una prosa ágil y depurada, para nuestro disfrute, aunque ciertas elipsis y referencias denotan también un ejercicio de amor propio.
Enorgullece a la par que llama la atención la total sinceridad y naturalidad de unas memorias narradas a capella, libres de todo filtro ético o propenso a polémica, hasta conseguir solventar un hecho tan puntiagudo como su pertenencia a las SS no gracias a cortinas de humo ni imprimiéndose el traje desgermanizador, sino mediante un contundente "en mi juventud, esa era la realidad" que exculpa y honra sin hipocresías.
El último tercio del libro queda dedicado a su época de artista embrionario, desde su formación escultórica hasta el descubrimiento de las letras, y ahí ya podemos entrever esa vanidad y orgullo tan característica en Grass, con innumerables citas a sus obras (otra característica de Pelando la Cebolla es que nos demuestra que la ficción tiene su antecedente en la realidad) y a sus triunfos.
Una lectura más que agradable y recomendable, de digestión rápida y despreocupada para todo aquel dispuesto a nadar entre las nebulosas memorias de un maestro escritor.
1 comentario:
Interesante...
Más que una cebolla parece un pastel.
Tiene capas igualmente, y lo asemejo al dulce porque reafirma su ego. Es orgulloso, pero no narcisista, lo cual está muy bien a la hora de narrar las memorias, las cuales siempre pasarán por el filtro del tiempo y de nuestro punto de vista.
Hubiese sido terrible que la estancia en las "doble victoria" las narrase con un tono amargo, de vergüenza y rencor hacia sí mismo.
Otra de esas obras que puedo recomendar sin haber leído, adivina gracias a quien.
De todas formas, tarde o temprano, acabarán sus letras ante mis ojos este verano, creeme.
=) Nos vemos, Sky.
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